Desde aquí queremos mostrar nuestro máximo apoyo a los presos políticos que existen en el Estado y la amnistía total.

martes, 7 de mayo de 2013



3.
CONSEJOS SENCILLOS AL MILITANTE


 Los grandes bolcheviques rusos se califican gustosos como "revolucionarios profesionales". A todos los verdaderos artífices de la transformación social, esta calificación les va perfectamente. Excluye de la actividad revolucionaria el diletantismo, el amateurismo, el deporte, la pose; sitúa definitivamente al militante en el mundo del trabajo, donde no se trata de "actitudes", ni de la naturaleza más o menos interesante de las tareas, ni del placer espiritual y moral de tener ideas "avanzadas". El oficio (o la profesión) llena la mayor parte de la vida de los que trabajan. Saben que es cosa seria, de la cual depende el pan cotidiano; saben también, más o menos conscientemente, que de ellos depende toda la vida social y el destino de los hombres.


El oficio de revolucionario exige un largo aprendizaje, conocimientos puramente técnicos, amor a la tarea tanto como entendimiento de la causa, los fines y los medios. Si, como es frecuente, se superpone a otro oficio para vivir, es el de revolucionario el que llena la vida y el otro no es sino algo accesorio. La Revolución Rusa pudo vencer porque en veinticinco años de actividad política había formado fuertes equipos de revolucionarios profesionales, preparados para realizar una obra casi sobrehumana.

 Esta experiencia y esta verdad debieran estar presentes siempre en el espíritu de todo revolucionario digno de tal nombre. En la complejidad actual de la guerra de clases, se necesitan años de esfuerzo para formar un militante, pruebas, estudio, preparación consciente. Todo obrero animado del deseo de no pasar como un ser insignificante entre la masa explotada, sino de servir a su clase y vivir una vida más plena participando en el combate por la transformación social, deberá esforzarse por ser también, en la medida de lo posible, por pequeña que sea un revolucionario profesional... Y en el trabajo de partido, de sindicato o de grupo, deberá mostrarse -es lo que ahora nos ocupa- suficientemente al tanto de la vigilancia policial, incluso de la invisible, incluso de la inofensiva, como parece serlo en los períodos de calma, y descubrirla.

 Las recomendaciones siguientes podrán servirle mucho.
 No son por cierto un código completo de las reglas de la clandestinidad, ni siquiera de la precaución revolucionaria. No contienen ninguna receta sensacional. Son apenas reglas elementales. El buen sentido bastaría en rigor para sugerirlas. Pero, desgraciadamente, experiencias amargas demuestran que su enumeración no es superflua. La imprudencia de los revolucionarios es siempre el mejor auxiliar de la policía


I. Seguir los pasos
 La vigilancia secreta, paso a paso, fundamento de toda vigilancia, es casi siempre fácil de descubrir. Todo militante deberá considerarse seguido permanentemente; por principio, jamás dejará de tomar las precauciones necesarias para impedir que lo sigan. En las ciudades grandes donde el tráfico es intenso, donde los medios de locomoción son variados, el éxito de la policía se debe exclusivamente a una culpable negligencia de los camaradas.  Las reglas más simples son: no dirigirse directamente a donde uno va; dar un rodeo por una calle poco frecuentada, para asegurarse de que no se está siendo seguido; en caso de duda, regresar sobre los propios pasos; en caso de advertir que se es seguido usar un medio de locomoción y transbordar. Es un poco difícil "plantar" a los agentes en una ciudad pequeña; pero al hacerse ostensible,    tal vigilancia pierde una gran parte de su valor.  Desconfiar de la imagen preconcebida del "agente de paisano". Este tiene frecuentemente una fisonomía bastante característica. Pero los buenos policías saben adaptarse a la variedad de sus tareas. El transeúnte más corriente, el obrero en mangas de camisa, el vendedor ambulante, el chofer, el soldado pueden ser policías. Prever la utilización de mujeres, de jóvenes y de niños entre ellos. Sabemos de una circular de la policía rusa recomendando emplear escolares en misiones que los agentes no podrían cumplir sin hacerse notar.  Cuidarse también de la enfadosa manía de ver un soplón en todo el que pasa.


II. La correspondencia y los apuntes
 Escribir lo menos posible. Mejor no escribir. No tomar notas sobre temas delicados: más vale memorizar ciertas cosas que tomarlas por escrito. Para ello, ejercitarse en retener por procedimientos mnemotécnicos las direcciones y particularmente los números de las calles.
 La libreta
 En caso necesario, tomar notas inteligibles sólo para uno mismo. Cada quien inventará procedimientos de abreviatura, de inversión y de cambio de las cifras (24 por 42; 1 significa g, g significa 1, etc.). Poner, uno mismo, nombre a las plazas, a las calles, etc.; para disminuir las posibilidades de error, valerse de asociaciones de ideas (la calle Lenoir* se convertirá en La Negra; la calle Lepica... en erizo o espina, etc.).
 Las cartas
 Con la correspondencia, tomar en cuenta los gabinetes negros. Decir lo mínimo de lo que haya que decir, esforzándose por no ser comprendido más que por el destinatario. No mencionar terceros sin necesidad. En caso de necesidad, recordar que un nombre es mejor que un apellido, y que una inicial sobre todo convencional, es mejor que un nombre.
 Variar las designaciones convencionales.
 Evitar todas las precisiones (de lugar, de trabajo, de fecha, de carácter, etc.).
 Saber recurrir, aun sin entendimiento previo, a estratagemas que siempre deberán ser muy sencillas, y trivializar la información. No decir, por ejemplo: "el camarada Pedro fue detenido", sino "el tío Peter cayó enfermo repentinamente".
 Recibir la correspondencia a través de terceros.
 Sellar bien las cartas. No considerar los sellos de cera como garantía absoluta; hacerlos muy
delgados; los más gruesos son más fáciles de despegar.
 Un buen método consiste en pegar la carta por detrás de la cubierta y recubrir la pestaña con un elegante sello de cera.
 Recordar siempre:
 "Dame tres líneas escritas por un hombre y te lo haré detener."
 Expresión de un axioma familiar de todas las policías.


III. Conducta general
 · Desconfiar de los teléfonos. No hay nada más fácil de controlar.
 La conversación telefónica entre dos aparatos públicos (en cafés, teléfonos automáticos, estaciones)
presenta menos inconvenientes.
 No hacer citas por teléfono más que en términos convencionales.
 · Conocer bien los lugares, En caso de necesidad, estudiarlos con antelación en un plano. Fijarse en las casas, los pasajes, los lugares públicos (estaciones, museos, cafés, grandes tiendas) que tengan varias salidas.
 · En un lugar público, en el tren, en una visita privada, tener presentes las posibilidades de observación y por lo tanto del alumbrado. Tratar de observar bien sin ser observado a la vez. Es bueno sentarse de preferencia a contraluz: se ve bien y a la vez se es menos visible. No es bueno dejarse ver en una ventana.


IV. Entre compañeros
 Tener como principio que, en la actividad ilegal, un militante no debe saber sino aquello que es útil que sepa; y que frecuentemente es peligroso saber o dar a conocer más.
 Mientras menos conocida es una tarea, más seguridad y posibilidades de éxito ofrece.
 Cuidarse de la inclinación a las confidencias. Saber callar: callarse es un deber hacia el partido, hacia la revolución.
 Saber ignorar voluntariamente aquello que no se debe conocer.
 Es un error, que puede llegar a ser grave, confiarle al amigo mas íntimo, a la novia, al camarada más seguro, un secreto de partido que no es indispensable que conozca. A veces es algo que puede dañarlos a ellos; porque se es responsable de lo que se sabe, y esa responsabilidad puede estar cargada de consecuencias.
 No molestarse ni ofenderse por el silencio de un camarada. Ello no es indice de falta de confianza, sino más bien de una estima fraternal y de una conciencia que debe ser común del deber revolucionario.


V. En caso de detención
 Mantener absolutamente la sangre fría. No dejarse intimidar ni provocar.
 No responder a ningún interrogatorio sin estar asistido por un defensor y antes de haberse aconsejado con éste que, de ser posible, deberá ser un camarada del partido. O, en su defecto, sin haber reflexionado suficientemente. Toda la prensa revolucionaria rusa publicaba otrora, en grandes caracteres, esta constante recomendación:
 "¡Camaradas, no hagan declaraciones!
 ¡No digan nada!"
 En principio: no decir nada.
 Explicarse es peligroso; se está en manos de profesionales capaces de sacar partido de la menor palabra. Toda "explicación" les proporcionará información valiosa.
 Mentir es extremadamente peligroso; es difícil construir una historia sin defectos demasiado evidentes. Es casi imposible improvisarla.
 No tratar de hacerse el más astuto: la desproporción de fuerzas es demasiado grande.
 Los reincidentes escriben en los muros de las prisiones esta enérgica recomendación que puede ser aprovechada por los revolucionarios: "¡No confesar jamás!"
 Cuando se niega algo, negarlo de plano. Saber que el adversario es capaz de todo.(1)
 No dejarse sorprender ni desconcertar por el clásico:
 -¡Lo sabemos todo!
 Esto nunca es cierto. Es un truco impúdico usado por todas las policías y por todos los jueces de  instrucción con todos los detenidos.
 No dejarse intimidar por la sempiterna amenaza:
 -¡Le costará caro!
 Las confesiones, las malas justificaciones, la creencia en triquiñuelas, los momentos de pánico si pueden costar caros; pero cualquiera que sea la situación de un acusado, una defensa firme y hermética, construida de muchos silencios y de pocas afirmaciones y negaciones, sólidas, no puede más que mejorarla.
 No creer en nada: es también un argumento clásico cuando se nos dice:
 -Ya lo sabemos todo por boca de su compañero tal y tal!
 No creer en nada, ni aunque traten de probarlo. Con unos pocos indicios hábilmente reunidos, el enemigo es capaz de fingir un conocimiento profundo de las cosas. Incluso si algún Tal "ya lo dijo todo", esto ha de ser una razón más para redoblar la circunspección.
 No saber o saber lo menos posible sobre quiénes se nos está preguntando.
 En las confrontaciones: conservar la sangre fría. No manifestar asombro. Insistamos: no decir nada. Jamás firmar un documento sin haberlo leído bien y comprendido completamente. A la menor duda, negarse a firmarlo.
 Si la acusación se basa en una falsedad -lo cual es frecuente- no indignarse: dejarla pasar antes de combatirla. No hacer nada más sin ayuda del defensor, que debe ser un camarada.


VI. Frente a jueces y policías
 No ceder a la inclinación, inculcada por la educación idealista burguesa, de establecer o restablecer "la verdad".
 En el conflicto social no hay verdad común para las clases explotadas y para las clases explotadoras.
 No hay verdad -ni pequeña ni grande- impersonal, suprema, imperante que esté por encima de la lucha de clases.
 Para la clase propietaria, la verdad es su derecho: su derecho a explotar, a expoliar, a legislar; a acorralar a los que quieren un futuro mejor, a golpear sin piedad a los difusores de la conciencia de clase del proletariado: llaman verdad al engaño útil. Verdad científica, dicen sus sociólogos, la eternidad de la propiedad individual (abolida por los soviets). Verdad legal es una irritante falsedad: ¡la igualdad de pobres y ricos ante la ley! Verdad oficial, la imparcialidad de la justicia, arma de una clase contra las otras.

 La verdad de ellos no es la nuestra.
 A los jueces de la clase burguesa, el militante no tiene por qué darles cuenta de sus actos ni tiene por qué tenerle respeto a ninguna pretendida verdad. Llega coaccionado frente a ellos. Sufre violencia. Su única meta debe ser servir también aquí a la clase obrera. Por ella, puede hablar, hacer del banquillo de los acusados una tribuna, convertirse de acusado en acusador. Por ella debe saber callar. O defenderse inteligentemente para reconquistar con la libertad sus posibilidades de acción.
 La verdad no se la debemos sino a nuestros camaradas, a nuestra clase, a nuestro partido.
 Frente a jueces y policías, no olvidarse de que son sirvientes de los ricos, encargados de las más viles tareas.
 Que si son los más fuertes, somos nosotros entonces los que, necesariamente, tenemos razón contra ellos; que ellos defienden servilmente un orden inicuo, malvado, condenado por el mismo desarrollo histórico, mientras que nosotros trabajamos por la única causa noble de nuestro tiempo: la transformación del mundo por la liberación del trabajo.

VII. Ingeniosidad
 La aplicación de estas cuantas reglas exige una cualidad que todo militante debiera tratar de cultivar: la ingeniosidad.
 ...Un camarada llega a una casa vigilada, va al departamento situado en el cuarto piso. Apenas llega a las escaleras, tres sujetos de aspecto patibulario lo siguen. Van en la misma dirección. En el segundo piso el camarada se detiene, toca a la puerta de un médico y pregunta por las horas de consulta. Los policías siguen de largo.
 Perseguido en una calle de Petrogrado y a punto de ser aprehendido por sus seguidores, un revolucionario se resguarda sorpresivamente en el quicio de una puerta, blandiendo en la mano un objeto negro. "¡Cuidado con la bomba! " Los perseguidores hacen un gesto de retirada. El perseguido se esfuma por un pasillo: la casa tiene dos salidas. Se larga. ¡La bomba no era más que un sombrero enrollado!
 En un país en el que toda literatura comunista está prohibida, un librero introduce al por mayor las memorias de John Rockefeller: Cómo me hice millonario. A partir de la cuarta página, el texto es de Lenin: La vía de la insurrección.

VIII. Una recomendación fundamental
 Cuidarse de las manías conspiradoras, de la pose de iniciado, de los aires de misterio, de dramatizar los casos simples, de la actitud "conspiradora". La mayor virtud de un revolucionario es la sencillez, el desprecio de toda pose, incluso... "revolucionaria", y principalmente conspiradora.









domingo, 3 de marzo de 2013

Proyecto-programa del SRI




A modo de presentación colgamos el siguiente texto que resume la historia, línea y programa del Socorro Rojo Internacional

Después de muchas décadas de represión y resistencia, la continuación del régimen fascista en nuestro país ha cultivado sentimientos y vínculos de solidaridad muy arraigados, que se han expresado de las formas más diversas.

Hoy constatamos que ese torrente de solidaridad antifascista sigue existiendo; lo que no existe es una organización que lo refuerce, lo consolide y lo transmita.

¡Por eso es necesario reconstruir el Socorro Rojo Internacional!

El Socorro Rojo Internacional tiene una historia legendaria

Nació en los años veinte del siglo pasado por impulso de la III Internacional para enfrentar al fascismo entonces sólo incipiente. Entre sus dirigentes formaron parte mujeres antifascistas tan conocidas como la alemana Clara Zetkin, la italiana Tina Modotti y la rusa Elena Stasova. El Socorro Rojo Internacional entronca, pues, directamente con la historia del movimiento comunista y antifascista internacional, alcanzando pronto un gran desarrollo en todo el mundo, destacando en el apoyo político, jurídico y económico a todos los represaliados, sin diferencias ideológicas o partidistas.

En España se desarrolló tras la insurrección de Asturias de 1934 para hacer frente a la dura represión desatada por la reacción y conseguir la liberación del gran número de encarcelados que ocasionó.

Tras la guerra fue disuelto por el fascismo y represaliados sus militantes.

En 1975, impulsado por el PCE(r), hubo un primer intento de refundarlo clandestinamente. Nació ligado a la lucha por la amnistía, tan decisiva en aquella época, como componente destacado de la lucha contra la reforma franquista. El Socorro Rojo editó su propio boletín «Solidaridad» y contó entre sus colaboradores con actores, médicos y enfermeras, abogados y otros muchos intelectuales y artistas, además de los familiares y amigos de los represaliados. Su experiencia duró hasta 1981, ya que la policía se ensañó con sus miembros que fueron perseguidos, detenidos, torturados e incautado su aparato de propaganda.

No se trata de mirar al pasado sin más, pero en momentos cruciales como los actuales debemos tener en cuenta el legado que nos brinda la memoria histórica.

Se crearon otro tipo de organizaciones que han desempeñado una meritoria labor por la amnistía para los presos políticos, contra la tortura, en defensa de la libertad de expresión, etc. Esos pequeños (pero numerosos) grupos los forman amigos, vecinos y familiares del represaliado y están muy condicionados por el motivo concreto que los lleva a formarse.

Todos ellos, pese al extraordinario valor de su trabajo, han dispuesto de evidentes limitaciones, por tratarse de organizaciones, bien locales, bien parciales, bien ceñidas al ámbito humanitario. Son una muestra de la dispersión y el localismo extremo del movimiento solidario con el que es necesario acabar para que la solidaridad se extienda.

Formamos parte integrante de la resistencia antifascista.

Nosotros queremos crear una organización que forme parte integrante de la resistencia contra el fascismo, una organización política, no solamente de denuncia sino de lucha. El Socorro Rojo Internacional pretende reforzar y consolidar los grupos solidarios ya existentes, pero de una forma organizada que ofrezca continuidad y sea capaz de transmitir el aliento solidario a todos los represaliados.

Esa tarea es hoy imprescindible. No podemos conformarnos con el movimiento tal y como lo hemos conocido estos últimos años. Tenemos que dar un paso adelante porque las tareas que se nos avecinan (el retorno de las expresiones más crudas del fascismo y la guerra imperialista) así nos lo imponen.

Necesitamos un Socorro Rojo Internacional ligado estrechamente a las luchas antiimperialistas de todo el mundo, al movimiento revolucionario de la clase obrera y a la defensa y la recuperación de todos los derechos y libertades democráticas.

No podemos limitarnos únicamente a formar una plataforma más especializada en campañas, en el trabajo meramente agitativo, de manera que nos haga perder la naturaleza de nuestro objetivo: desarrollar la solidaridad con la resistencia, organizar la lucha antirrepresiva en su permanente denuncia contra el terrorismo de estado y el fascismo. Por lo que entendemos como una prioridad siempre el tejer organización, consolidar una amplia red solidaria capaz de hacer frente a la represión.

Las campañas son para nosotros una herramienta, no un objetivo en sí mismas. Las campañas deben por tanto ayudarnos a extender nuestro proyecto y consolidar nuestras posiciones.

Ø Una Organización política.

Para formar parte integrante de la resistencia antifascista, hay que acabar con la propensión humanitaria en la que suelen incurrir todas las organizaciones de solidaridad y, por tanto, debemos explicar el origen, causa y naturaleza de la represión que padecemos, que no es otro que el régimen fascista que impera en España desde 1936 y cómo combatir esa represión.

La lucha antirrepresiva se enmarca dentro de un contexto de lucha contra el fascismo. Está entre nuestras tareas situar la lucha contra la represión en su justo y profundo contenido político, lo que nos lleva a asumir y apoyar unas reivindicaciones democráticas mínimas y tomar conciencia de que constituimos una parte misma del conjunto del movimiento revolucionario.

Precisamente, por el papel destacado en la lucha contra el terrorismo de Estado, el Socorro Rojo Internacional se aparta radicalmente de toda práctica contaminada por el reformismo y que se expresa a través de actitudes espontaneístas, desorganizadas, desvinculadas de objetivos concretos, que hacen inútil e inocua toda denuncia al régimen. Prácticas reformistas que tenemos la obligación de desenmascarar y liquidarlas del seno del movimiento.

En definitiva, estamos planteando el inevitable carácter político de la lucha antirrepresiva. La solidaridad con los presos, la denuncia del Estado, la lucha contra el terror fascista, simplemente, no puede hacerse desde una óptica «apolítica», al margen del compromiso que nos obliga a ligarnos con la misma resistencia, porque somos parte de esa resistencia. El movimiento antirrepresivo debe ser asumido como un frente de lucha más del conjunto del movimiento popular y revolucionario.

El Socorro Rojo Internacional tiene el cometido de organizar a amplios sectores populares en la denuncia al fascismo, del carácter cada vez más fascistizado de los estados «democráticos» y de los instrumentos («legales» e «ilegales») judiciales, policiales o legislativos (también económicos, sociales...) de los que se sirven para imponer sus planes de explotación y opresión y eliminar todo brote de disidencia o contestación. El Socorro Rojo Internacional debe ser un canal por el que despierte conciencias entre cada vez más amplios sectores de la población de que nadie en este contexto está libre de la represión.

Por ello mismo, debemos atrevernos a definir el Socorro Rojo Internacional como un instrumento que debe ser tomado como aglutinante de amplios sectores populares. Ya que sólo si el Socorro Rojo Internacional es un aglutinante, el brazo antirrepresivo del movimiento popular, que efectivamente organiza y canaliza la solidaridad con la resistencia, sólo entonces el Socorro Rojo Internacional será capaz de arrojar todo su potencial como una arma de denuncia política; sólo entonces cobrará sentido cuando decimos que es necesario que la lucha antirrepresiva sea concebida de forma unitaria, rompiendo sectarismos estériles y paralizantes, clarificando posiciones y capaz de actuar internacionalmente, de forma coordinada.

Los presos políticos desempeñan un papel fundamental en todo movimiento solidario. Pero no debemos tratarlos con victimismo y lamentándonos de su situación; no deben convertirse en sujetos de devoción que se puedan utilizar pero a quienes no se les tenga en cuenta. Es nuestro deber hacer que los presos revolucionarios tengan voz propia en el seno del movimiento, en la calle.

Como sujeto, los presos continúan ejerciendo su tarea militante. Entre nuestras principales labores está el exigir y conseguir su libertad, arrancarlos de las cárceles, pero debe ser esencial facilitar el máximo el contacto entre la calle y el interior de las cárceles. El preso también debe participar, como cualquier otro, en el debate político y nosotros garantizarle esta participación.

Debemos tener presente la condición de «presos políticos» de los militantes revolucionarios encarcelados, y la exigencia del reconocimiento de su condición es parte de la batalla política que debemos arrancar al Estado.

Ø Constituimos una Organización independiente y democrática.

Cuando hablamos de organización somos conscientes de las características propias que debe tener un movimiento como el nuestro, que en ningún caso debe ser centralizado ni burocrático, sino por el contrario, amplio, abierto a todo tipo de gente que desee expresar de las formas más variadas su aportación. El Socorro Rojo Internacional tiene que agrupar a miembros de todas las ideologías, sin diferencia ninguna, porque el régimen está atacando a toda clase de movimientos políticos y sociales: independentistas, libertarios, comunistas, autónomos, pacifistas, etc. Todos ellos deben ser apoyados y todos ellos deben tener aquí un sitio para defenderse. Es obvio que hay diferencias de todo tipo entre ellos, pero es mucho más profundo lo que nos une: estamos luchando contra el mismo Estado fascista, con el que queremos acabar.

Todos esos movimientos (y nosotros mismos) formamos parte de una misma lucha y, en consecuencia, debemos comprometernos activamente en su defensa, vincularnos estrechamente a todas sus iniciativas.

Ahora bien, el Socorro Rojo Internacional no depende de nadie más que de sí mismo. Una organización de nuestras características debe estar presidida por la democracia interna, y nuestras decisiones las debemos tomar en las reuniones y asambleas que acordemos. Es allí donde deberemos discutir y adoptar las decisiones de manera democrática, sin admitir injerencias por parte de nadie.

Nuestra fuerza será nuestra independencia, sin olvidar que esa independencia debe ser especialmente respecto del Estado fascista, y que no podemos convertirnos en una ONG a la moda, de las que dicen que luchan cuando en realidad viven de las subvenciones con las que las manipula y soborna el mismo Estado fascista. Para garantizar nuestra independencia nosotros no admitimos subvenciones de ninguna clase.

Pero la más amplia democracia no está reñida con la unión y la coordinación más estrecha entre todas las organizaciones locales y regionales, de modo que todos marchemos en la misma dirección y hacia los mismos objetivos, para lo cual es imprescindible la formación de un comité que dirija el trabajo, desarrolle la organización y asegure la difusión de nuestras publicaciones.

No somos un grupo humanitario sino militante. Nuestra solidaridad es política porque, en última instancia, no defendemos a las personas represaliadas sino su lucha consecuente a través de ellas. Nuestra relación con los represaliados no es personal, porque seamos amigos, vecinos o compañeros de trabajo, sino que tratamos de defender lo que representan, su actividad, su compromiso y su práctica combatiente y comprometida.

Además, tratamos de ser una organización unitaria. Pero no se trata de arropar cuántos más colectivos y sectores mejor, sino de concebir el papel de la lucha antirrepresiva como un marco unitario en el que deben encontrarse codo con codo todos aquellos sectores populares y revolucionarios en una perspectiva antifascista y antiimperialista.

En esta dirección debemos emprender la iniciativa de abrir un amplio debate entre aquellos sectores que realizan un trabajo antirrepresivo planteándoles nuestras propuestas para agrupar fuerzas y fortalecer la solidaridad.

Ø Una Organización internacionalista.

La necesidad de una organización como la que proponemos proviene también de la carrera belicista que han emprendido las grandes potencias por un nuevo reparto del mundo. No hace mucho que desde todos los frentes mediáticos se nos hacía creer que tras la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista, la guerra fría había finalizado y el capitalismo triunfante era un paraíso de progreso y bienestar, de libertad y democracia sin igual.

No han pasado más de doce años y la crisis económica se descarga brutalmente sobre los hombros de los trabajadores: despidos masivos, precarización del empleo, reducciones de salarios, ampliación de la jornada de trabajo... Todas las lacras del capitalismo se están acentuando y serán aún peores a medida que la burguesía los agrave para sufragar el gasto armamentístico y la guerra.

Esa misma perspectiva bélica es la conduce a que repriman con saña la más mínima disidencia hacia sus planes militaristas y encarcelen a los antifascistas, comunistas, anarquistas, patriotas y antiimperialistas, a todas aquellas personas, colectivos, organizaciones y partidos que no se someten al dictado del capital, ni a la cada vez mayor fascistización de sus Estados; a quienes no soportan el hambre, la miseria, la represión y la muerte que su actuación causa en la inmensa mayoría de la humanidad.

El imperialismo no puede tolerar la más mínima disidencia consecuente y, al tiempo que se pelean por un nuevo reparto del mundo con el que salir a flote de su endémica crisis, incrementan su arsenal de medidas represivas políticas, policiales y de contrainformación ideológica y sicológica con las cuales intentan neutralizar y, si no lo logran, aplastar al movimiento obrero y popular y a sus organizaciones más combativas y de vanguardia en no importa qué parte del mundo.

Cuando la represión y agresión armada traspasa fronteras y se convierte en el eje de las políticas de todos los estados capitalistas, también los antifascistas, antiimperialistas, anarquistas y comunistas, en general, los trabajadores, estudiantes, intelectuales y artistas con conciencia de todo el mundo, necesitamos organizarnos internacionalmente para hacerle frente.

El Socorro Rojo Internacional es esencialmente internacionalista, si bien para que este internacionalismo sea firme y fecundo ha de estar enraizado y fundamentado en el trabajo de cada país. Por ello se hace imprescindible que en cada país llevemos a cabo una amplia labor de organización y de denuncia.

No basta denunciar la represión y criticar lo que no queremos: si realmente vamos a ser un movimiento político tenemos que ofrecer una alternativa de lo que pretendemos alcanzar, un Programa que defienda y contribuya a recuperar los derechos y libertades democráticas y para el cual esperamos toda clase de aportaciones. Sólo de esta forma reuniremos la solidaridad hoy tan difuminada.

Ø El Programa que proponemos discutir y aprobar es el siguiente:

1- Medidas contra la guerra imperialista

Paralización inmediata de los preparativos bélicos. Salida de la OTAN y demás bloques militares agresivos. Defensa de la paz, el desarme y la amistad entre todos los pueblos del mundo. Solidaridad con las luchas antiimperialistas y defensa de los que son perseguidos por dicho motivo. Castigo ejemplar de los criminales de guerra. Disolución de la Europol y abolición del espacio policial y judicial europeo.

2- Medidas antirrepresivas

Amnistía para todos los presos políticos y amplio indulto para los presos por causas sociales. Eliminación del régimen FIES y del aislamiento penitenciario. Derogación de la Ley de Seguridad Ciudadana, de Videovigilancia y demás leyes especiales; disolución de la Audiencia Nacional, de los tribunales militares y de los cuerpos represivos, así como depuración de responsabilidades de los torturadores y de los implicados en la guerra sucia. Prohibición de las organizaciones y de la prensa fascista y racista.

3- Derechos democráticos

Derecho a la autodeterminación para todos los pueblos y naciones oprimidas. Libertad de expresión, reunión, asociación y manifestación sin autorización previa. Derecho de asilo y refugio para todos los perseguidos por su lucha contra el imperialismo y el capitalismo. Derechos plenos de ciudadanía para los trabajadores inmigrantes.

4- Derechos sociales

Erradicación del paro, prohibición de la precariedad y reducción de la jornada laboral. Igualdad de la mujer trabajadora.Expropiación de los monopolios. Subsidio para todos los parados. Viviendas dignas y económicas. Derecho de ocupación de las viviendas y tierras abandonadas. Locales de uso gratuito para la juventud. Enseñanza gratuita y democrática para todos y derogación de la LOU. Disolución de la enseñanza privada y eclesiástica. Separación de la Iglesia y el Estado, prohibición de subvencionar a ninguna confesión religiosa. Libertad de conciencia y práctica de culto sin discriminaciones.